NOVELA

AL NORTE LA MONTAÑA, AL SUR EL LAGO, AL OESTE EL CAMINO, AL ESTE EL RÍO 

LÁSZLO KRASZNAHORKAI

(Sigilo – Buenos Aires)

Que el escritor húngaro László Krasznahorkai haya obtenido el Premio Nobel 2025 no me parece sorprendente ni arbitrario. Yo había leído su Tango satánico y ahora Al norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río y vuelvo a admirar su prodigiosa cadencia verbal, el misterio conmovedor que envuelven sus relatos, su prosa metafórica y metafísica, existencial, con esa puntuación casi sin comas y de corrido como la puntuación misma de la vida, y el desparpajo de sus personajes que de repente y sin previo aviso, nos dicen a quemarropa “este mundo podrido”. Y ahora, en Al norte la Montaña…, admiro hasta el plagio su amor por el Japón y sus monasterios y rituales detallados hasta la exasperación minuciosa y lúdica, el lento transitar del nieto del príncipe Genji, a través de los distintos pórticos y en medio de una naturaleza a la que Krasznahorkai le confiere un rango protagónico como el de uno de los protagonistas principales, sonoros y coloridos. Y sigo con fascinación el paso de su joven protagonista detrás del autor: “El nieto del príncipe Genji no recuperó las fuerzas. Apretando el pañuelo en la mano concibió durante un rato la esperanza de que se le acercara alguna persona perteneciente al monasterio, pero cuando quedó claro que esperaba en vano allí fuera, prosiguió su camino confiado en encontrar a alguien en alguno de los santuarios y se dirigió al más próximo”. Tránsito que tendrá algo de un calvario fantástico, de suerte que en su recorrido algo del Edén saldrá a su encuentro y también algo de la expulsión del Paraíso: “Allí se sentó, apoyó la espalda en una columna, se enjugó la frente sudorosa y, cuando en el benéfico silencio que lo acogió le llamó la atención el rumor primaveral de un arroyuelo que fluía en las proximidades, cerró finalmente los ojos y aún pensó en la posibilidad de dormir un poquito aprovechando esa paz y tranquilidad… pero no se durmió sino que perdió el conocimiento”.

El nieto del príncipe Genji llega, en fin, a un monasterio budista abandonado al sur de Kioto. Y configura, así, el arquetipo de un buscador, del hombre “que vive fuera del espacio y del tiempo”, en busca de un jardín secreto, “plantado en el Oriente” , como escribió Leopoldo Marechal; buscando ese jardín secreto “el lugar más simple y perfecto donde se expresa el orden del mundo”.

László Krasznahorkai,un justo Nobel con una obra extraordinaria a la espera de más lectores

Misterioso

Como lo expresa lúcidamente el escritor Colm Tólbín, Krasznahorarkai “es uno de los artistas más misteriosos de la actualidad”.

Pero también uno de los más bienvenidos en un mundo que parece haber perdido el rumbo y no sólo “al norte de la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino y al Este del río”.

© LA GACETA

FERNANDO SÁNCHEZ SORONDO

Al norte la montaña…

Por László Krasznahorkai

Inamovible, no había cambiado nunca, llevaba exactamente un milenio en el mismo punto, siempre con la misma vestimenta, en el centro preciso de esa caja de madera sumamente segura y dorada, allí se mantenía impávido, petrificado en el gesto más noble, y en estos mil años tampoco varió jamás la postura de su cabeza ni su hermosa y célebre mirada. Había en su tristeza algo angustiosamente delicado, algo indeciblemente sublime, y apartaba con decisión la mirada ante el mundo. Se había difundido el rumor de que volvía la cabeza hacia un lado para mirar atrás, a su espalda, a un monje llamado Eikam, un hombre que pronunciaba un discurso tan bello que él, Buda, quiso saber quién hablaba. La realidad, empero, era radicalmente distinta. Bastaba verlo una sola vez para percatarse en el acto: volvía esa hermosa mirada para no tener que mirar, para no tener que ver, para no tener que percibir ante sí, en las tres direcciones, delante y a los dos lados, este podrido mundo.

*Fragmento.